Por Psicóloga Ana Claudia Neria Ortega.
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Cuando era niña preguntaba mucho. En un tiempo, mi pregunta favorita fue “¿por qué?”, las personas adultas trataban de contestar la mayoría de las veces, otras, se desesperaban después de que daban una respuesta y yo repetía mi pregunta, terminaban contestando cosas como: “porque sí”, “así es”, “así debe ser”. Más tarde dejé de preguntar, y en muchas ocasiones venían automáticamente respuestas parecidas a las que me daban los adultos.
Hoy sé que es común que niñas y niños se acompañen constantemente de la curiosidad y, hagan una y otra vez la misma pregunta, “¿por qué?”. Sólo hay que tener cerca una niña o niño para saberlo, es una forma de explorar el mundo, conocerlo y cuestionarlo. Lo que no me explico es en qué momento eso cambia, es decir; cuándo dejamos, o disminuye la frecuencia, de tratar de entender el porqué de las cosas. No tengo una respuesta, pero varias propuestas psicológicas nos explican cómo vamos incorporando la información conocida y la vamos entendiendo como verdad y realidad, haciendo uso del lenguaje, lo cual nos permite experimentar ciertas certezas y socializar desde lo conocido.
Creo incluso, que necesitamos sentir esa certeza para estar en el día a día, sin embargo; al hablar de diversidad y lo diferente, los seres humanos podemos tener distintas reacciones, en especial cuando lo conocido y asumido como verdad se aleja demasiado de lo que estamos observando. Ya que niñas y niños no llevan años considerado que lo que conocen son las “verdades” de la vida, es probable que por ello se muestren más accesibles a hablar y aprender sobre diversidad sexual, si se hace de una forma clara, respetuosa y de acuerdo a su edad.
Mi invitación con este artículo no es que renuncie a sus ideas acerca de la vida, más bien, le invito a que se acompañe nuevamente de la curiosidad cuestionadora, en dónde, “¿por qué?” sea una pregunta para abrir la posibilidad de traer otras realidades explicativas, cuestionar prejuicios y estereotipos.
Al hablar de la inclusión de la diversidad sexual uno de los discursos de rechazo con los que nos encontramos es la idea de que las personas con una orientación sexual, identidad de género y/o diversidad corporal distintas a las heterosexuales no son consideras como “normales”.
Empecemos preguntándonos: ¿Qué es lo “normal”? ¿En qué momento empezamos a usar esa palabra como sociedad? ¿Qué efecto tienen los conceptos “normalidad” y “anormalidad” en la vida de las personas?
El diccionario de la Lengua Española tiene distintas acepciones para normalidad: 1. adj. que sirve de regla o norma. 2. adj. Lo que se ajusta a ciertas normas predeterminadas. 3. adj. Dicho de una cosa: Que se encuentra en su estado natural según cierto orden. Su etimología se encuentra en el vocablo latín norma, que significa “escuadra empleada por carpinteros y albañiles”. En inicio la palabra se utilizó en la geometría para hablar de ángulos, y hasta principios del siglo XIX se aplicó a las personas y sus acciones. La definición empezó a describir el promedio aproximado respecto a rasgos psicológicos, inteligencia, personalidad, ajuste emocional, etc. (Macquarie Dictionary, cit. en Hutton & Knapp, 2008).
Como podemos observar lo normal no siempre ha existido, ni ha significado lo mismo. La normalidad cambia de una sociedad a otra, pues está siempre vinculada al contexto y se modifica en función de lo que cada grupo social valora (Flores & Díaz, 2000). Este concepto suele tener efectos complejos en los seres humanos sobre todo cuando hay una gran presión por encajar en la normalidad, ya que se ha entendido como lo deseable o ideal. Lo anterior, favorece la exclusión de individuos y grupos, dando mayor poder a quienes viven dentro de sus límites; se puede usar para descalificar a otras personas con base al género, pertenencia étnica, prácticas culturales o espirituales, sexualidad, salud física y/o mental y capacidades (Hutton & Knapp, 2008).
Basta con revisar la historia, para identificar cómo los grupos que han levantado el estandarte de “normalidad”, han llegado a cometer actos que ahora reprobamos, como el holocausto, la discriminación hacia las personas afrodescendientes, la discriminación hacia las mujeres, hacia las personas con alguna discapacidad, por mencionar algunas.
Hablar de incluir la diversidad sexual, implica desarrollar un pensamiento crítico que nos permita cuestionar, en qué lado estamos colocando los conceptos de diversidad sexual y en cuál a la heterosexualidad, ¿los vemos como términos antagónicos?, ¿uno está más del lado de lo normal que el otro?, ¿por qué?, ¿de dónde lo aprendimos?, ¿quién nos lo dijo?
De esta forma, podemos visibilizar aquellos prejuicios acerca de la diversidad sexual, y tenemos la oportunidad de analizarlos, identificando qué efectos tiene que yo piense de esta forma, cómo actúo y qué opiniones emito sobre el tema, y en quién impactan mis opiniones y acciones. A veces me encuentro con quienes desde el discurso hablan del respeto hacia las personas LGBTTTI, pero en las acciones demuestran algo distinto, es ahí donde tenemos que trabajar constantemente, en transformar nuestros comportamientos que todo el tiempo están comunicando cosas. Por ejemplo, si estoy criando a un niño o niña y percibe incomodidad o desagrado al escuchar sobre diversidad sexual, no hace falta que yo verbalice mi descontento, ellas y ellos van entendiendo desde muy pequeños, aunque no lo puedan poner en palabras, que hay temas de los que no se puede hablar o que molestan a los adultos y, por tanto, son “malos”.
Para lograr la inclusión de la diversidad sexual, en todas las áreas es imprescindible entender que habrá que favorecer procesos horizontales (UNICEF), lo que quiere decir que te incluyo porque te considero igual a mí, en tanto seres humanos, no como si te estuviera haciendo un favor desde mi lugar de privilegio para dejarte entrar, esto es algo que suele pasar con los grupos que históricamente han sido marginados, se entiende que están recibiendo el beneficio de entrar al grupo de los “normales”, eso no inclusión. La inclusión viene del reconocimiento profundo de que la diversidad es un aspecto que nos enriquece como sociedad y que todas y todos podemos estar orgullosos de ser quienes somos actuando en un marco de respeto.
Es así, que tenemos que nombrar la diversidad sexual, e incluirla en los programas educativos como parte de la educación sexual. Sé que este punto resulta controversial, tan es así que se ha frenado en varias ocasiones el incluir siquiera imágenes de los órganos sexuales en los libros de texto, sin embargo; la educación sexual en el marco de los derechos humanos, la perspectiva de género, adecuada al nivel de desarrollo, comprende muchas ventajas, entre ellas: prevención, favorecer la detección y denuncia de violencia sexual, reconocer la diversidad que existe en la vida y que todas las personas tienen el derecho a ser respetadas, favorece la equidad de género, disminuye el acoso escolar y discriminación, se desarrollan habilidades de autocuidado y asertividad, entre otras.
Desde casa la educación sexual se da todo el tiempo, a veces pensamos que sólo aquellas familias que se dan un espacio especifico para platicar del tema lo están haciendo, pero insisto todo comunica, y las acciones lo dicho y no dicho, también constituye parte de la educación sexual. En esta parte sugeriría que se hiciera desde un lugar más evidente, utilizando las conversaciones cotidianas para hablar acerca de todos los tipos de diversidad. Con niñas y niños, en particular me gusta mucho utilizar cuentos sobre formas diferentes de ser hombre y mujer, equidad de género, diversidad cultural, diversidad sexual, diversidad funcional, etc.
De igual forma, las personas adultas podemos seguir aprendiendo, asistiendo a conferencias sobre diversidad sexual, discriminación, derechos humanos, diversidad funcional, buen trato, entre otros temas. Analizando si la homofobia, lesbofobia, bifobia, o transfobia, es decir, el rechazo, discriminación, invisibilización, burlas y otras formas de violencia basadas en prejuicios, estereotipos y estigmas hacia las personas con orientaciones sexuales o identidades de género no normativas (Antón, 2019), son tan fuertes que quizá necesitemos un trabajo más profundo asistiendo a terapias o grupos especializados.
Son algunas ideas, pero una que no dejarles de compartir es el apoyar a que todas las personas, en especial niñas, niños y adolescentes sepan que sus diferencias, en apariencia física, pensamiento, habilidades, son muestra de lo valiosos que son y que una de las grandes coincidencias que nos unen como humanidad es la diversidad. Si cada persona aprende a habitar desde su propia diversidad abrazándola, prepararemos el terreno para que florezca el respeto a la misma.
Referencias
Antón, M. (2019). Hacia una Terapia de la emancipación para mujeres lesbianas y bisexuales: Algunas claves epistemológicas. En Gómez-Lamont, M.F. & Silva-Aragón, A. (2019). La terapia familiar sistémica y la comunidad LGBT+. Leed: Ciudad de México.
Diccionario de la Real Academia Española. Normalidad. Tomado de: https://dle.rae.es/normal?m=form
Hutton, J., & Knapp, K. (2008) Turning the spotlight back on the normalising gaze. International Journal of Narrative Therapy and Community Work, (1), 3-16
Palacios, F. F., & Cervantes, J. A. D. (2000). Normalidad y anormalidad: esquemas dicotómicos de la representación social en un grupo de profesionales de la salud mental. Revista Polis, 1, 247-262.
López, C. & Martínez, L. Educando en la igualdad Escuela. Herramientas de trabajo para el profesorado. No.2, junio 2015, Tomado de:
https://www.educandoenigualdad.com/wp-content/uploads/2016/03/Febrero2015.pdf
Secretario General FETE UGT Secretaria de Políticas Sociales FETE UGT