LA PANDEMIA Y LOS AVATARES DE LA ADOLESCENCIA

Por Psic. Dulce González Mosqueda

El término adolescente siempre genera una serie de ideas preconcebidas, que incluso han llevado a generar apodos como la “aborrecencia” los “aborrescentes” y escuchar un sin número de veces lo difícil que es atravesar esta etapa y en referencia no solamente para quienes viven la adolescencia, sino también para quienes están al lado de un adolescente. 

Así ha sido conceptualizada coloquialmente, ¿se podría complicar más la adolescencia?… Pues sí un adolescente en plena pandemia. Y, bueno yo haría una pequeña puntualización, más que complicarse, lo pensaría como complejizarse.

Lo complejo remite a distintos ámbitos y cuestiones que inciden en una situación, y que incluso la enriquecen. Y la pandemia por covid-19 ha venido a replantearnos muchas cuestiones, seguramente que todos encontraremos algo que nos ha movido en esta situación, digamos algo así como a complejizar nuestras vidas y creo que lo mismo puede pensarse para un adolescente.

Si pensamos en la adolescencia como una etapa de la vida en la que se viven una multiplicidad de cambios y definiciones, no es difícil dar cuenta que la situación actual tiene importantes implicaciones para todos aquellos quienes la están atravesando (adolescentes en sí y padres también). En este sentido, en este tiempo de cuarentena infinita, de distanciamiento social ¿qué dificultades puede atravesar el adolescente?

Como ya se mencionaba, incluso en la vieja normalidad, los retos que atraviesa un adolescente son varios; la adolescencia se caracteriza por ser un periodo de cambios que traen consigo consolidaciones importantes. Uno de los aspectos que tiene primacía es la socialización: los amigos son fundamentales en la construcción de la subjetividad, significan más de lo que a simple vista parece, apoyan en la construcción de la identidad, de los intereses e ideas sobre el mundo en el que se está inmerso; inclusive, sirven como referencia otra, para pensar el propio cuerpo, las emociones, las relaciones, etc.

Si durante la pandemia lo que se pide para todos es aislamiento social, ¿cómo puede vivirse este aislamiento en la adolescencia?

Una de las posibilidades que existen y, que realmente ya estaba en uso y en apogeo, es el vínculo a través de las redes sociales, en las que se tiene la oportunidad de continuar (o iniciar) la pertenencia a un grupo. Este fenómeno era algo que ya ocupaba el pensamiento de psicólogos y otros profesionales. Pues si bien las redes sociales son un medio accesible y de moda, más ahora en tiempos de cuarentena; lo cierto es que existen importantes riesgos asociados: la vulnerabilidad de la identidad personal y digital, ser víctima de cyberbullying, inclusive se han encontrado tasas elevadas de ansiedad, depresión y trastornos de sueño entre los jóvenes que dedican más horas a las redes.

En el distanciamiento real de los otros el uso de las redes sociales se ha potenciado y así, podemos tener a un adolescente que esté 24-7 conectado; no se trata de satanizar o prohibir su uso, sino que pueda existir un acompañamiento o regulación del mismo, tarea a cargo de los padres o de los adultos con quienes está el adolescente.

El uso adecuado de las redes sociales, la toma de precauciones para evitar los riesgos antes mencionados, pueden convertirlas en un espacio que sí, en este momento sustituye la interacción social física, que sean espacios para interactuar y coincidir con el otro, en los que se pueda compartir y socializar experiencias, emociones, sentimientos y disgustos. Lo cual quizá vaya más allá del like o el comentario en la publicación, sino que pueda recurrirse a llamadas, conversaciones en facetime, creación de grupos con intereses afines. Sí todo eso ya existía, pero ¿será que pueda tener una potencialidad diferente? Y que con ello, los alcances del aislamiento, al menos para el adolescente ávido de socialización, ¿puedan ser otros?

Hace poco encontraba una conferencia de Miquel Bassols, en la que expresaba una idea que resonó en mí y que considero fundamental para pensarnos, no solo para los adolescentes sino a todos, en cuanto a seres sociales: en tiempos de distanciamiento social, que exista la posibilidad de la cercanía subjetiva. El saber del otro, tendrá efectos sociales y emocionales para cada uno, puede incluso aligerar el peso de la distancia y el aislamiento.

Otro aspecto para el adolescente que me parece importante mencionar, es su cuerpo y la relación que tiene con éste. Averastury mencionaba que uno de los duelos que atraviesa el adolescente es la pérdida del cuerpo infantil; y en ello tiene una influencia importante (sí otra vez) los otros, los pares quienes también están conflictuados con su cuerpo que va cambiando continuamente, al que no comprenden y que desconocen.

Durante el aislamiento, el cuerpo adolescente sigue siendo un cuerpo que insiste, que busca su reconocimiento; si ya es una tarea complicada, el no tener referencias cercanas para elaborarlo, puede dificultar. Si pensamos en algunas cosas que cambian al estar en cuarentena, creo que podemos pensar en la posibilidad de autodescubrir el cuerpo, lo que siente, cómo lo vive, qué ha cambiado y darle lugar a ello. Considero que ante esto, los adultos pueden apoyar la tarea y también el contacto (aunque sea virtual) con otros, verlos, reconocerlos, puede aligerar la vivencia de este cuerpo extraño. Los comentarios y conversaciones al respecto, pueden ayudar a vivirlo y comprenderlo, favoreciendo que la vivencia sea más sencilla y menos aterradora.

Otro tema que me parece interesante en cuanto a la adolescencia y la pandemia, es algo que ya hemos escuchado de esta etapa de la vida y que cobra un nuevo sentido en este momento: “a mí no me va pasar”. ¡Qué chocante ha de ser para los adolescentes tener que quedarse en casa y evitar el contacto con los otros para evitar contagiarse, si a ellos no les va pasar!

Desde esta lógica adolescente, no es sorprendente que se hayan registrado varias fiestas de adolescentes en los momentos en que mayor aislamiento social se pedía por parte de las autoridades. Lo que podría crear una vulnerabilidad de contagio, porque si bien se ha dicho que como tal, la adolescencia no es población de riesgo ante el covid-19, si pueden ser un agente infeccioso para la población que sí lo es. Lo que conlleva no poco malestar para los chicos, ansiosos de salir, de convivir con los demás, de no detener su vida por una pandemia.

Un último aspecto, es el ámbito familiar, puede vivirse como muy conflictivo tener un adolescente en casa 24-7, y lo es para ambas partes para adolescentes y padres. Por un lado los adolescentes están en la etapa en que más desean privacidad y un alejamiento de los vínculos familiares y la pandemia les impone una convivencia continua.

Creo que en este punto una vez más, toman importancia los espacios virtuales que le permitan al adolescente convivir con otros y realizar otras actividades; actualmente existe una gama de posibilidades para acceder a una innumerable oferta de cursos, actividades, pláticas, conciertos, etc. Estas pueden constituir espacios en los que el adolescente mantenga su individualidad, a la vez que continúe con el proceso de construcción de su identidad.

En cuanto a los padres, será importante permitir espacios exclusivos para los adolescentes; que eviten estar siempre pendientes de lo que hace o no, si ordena el cuarto, si ya hizo la tarea, si está mucho tiempo en el celular, si se peleó con los hermanos, etc, pues con ello se favorece la vivencia de una atmósfera controladora, de la que el adolescente va querer alejarse y no siempre tendrá la tolerancia o delicadeza para hacerlo cordialmente. Los padres tienen que intentar mantener algo así como una distancia cercana, en la que sus hijos adolescentes puedan vivirlos lejanos, pero no tanto como para no sentir su figura como un apoyo continuo.

Estos espacios, permitirán por otra parte una posibilidad para manejar las emociones, especialmente aquellas de difícil trámite: el enojo, la tristeza, la ansiedad, la frustración entre otras. Serán como una vía de desahogo, el escuchar un concierto, platicar con los amigos, hacer un curso, etc., pueden ayudar a metabolizar las emociones, como lo pensaba Freud, a sublimar.

No obstante, no para todos será suficiente este tipo de opciones, en circunstancias particulares, para algunos será muy difícil contener sus emociones y estas pueden llegar a desbordarlos. Ante ello, es importante encontrar espacios en los que el adolescente pueda conocer e identificar las emociones que siente, en los que pueda hablar de su sentir y de su malestar, una opción puede ser acudir a terapia, actualmente la mayoría de terapeutas trabajan en línea, realizar llamadas a centros de apoyo emocional, tomar talleres para manejo de emociones, entre otros.

Ante todo esto, insisto en la importancia de construir nuevos espacios, de encontrar otros sentidos a los nuevos modos de relación y de enriquecer los vínculos ya formados, al tiempo de enriquecer la propia constitución, de inventar nuevas posibilidades y circunstancias, de hacer con lo que se puede e ir un poco más allá, que para ello el adolescente se pinta solo, su creatividad podrá lanzarlo más allá del aislamiento, más allá de esta pandemia y quizá encuentre la fórmula, no para sobrevivir la cuarentena, sino para vivir con ella.

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