El mes de diciembre resulta ser una época que para muchas personas se vive con una serie de sentimientos encontrados alegría, esperanza, tristeza, nostalgia, etc. En
ocasiones estas emociones van de la mano de experiencias pasadas que han dejado
cierta huella en su vida actual., en otros casos puede tratarse de la melancolía que trae consigo el cierre de un año, los propósitos no cumplidos, las metas que no se lograron o los contratiempos que se nos presentaron y que muchas veces nos llevan a cambiar de planes. Y al final la pregunta de fondo es ¿Como debemos vivirnos en dichas épocas? De entrada, podríamos plantearnos vivirnos en este júbilo extremo de las fiestas, tal como nos lo muestran los anuncios de temporada de diversas marcas, pero ¿No sería está una forma de no darle lugar a nuestras propias emociones? ¿Qué sentido tendría para nosotros mismos vivir homologando nuestras emociones con el resto de las personas? Pienso está sería una forma muy egoísta de desapropiarnos y negar nuestras propias vivencias.
¿Qué pasaría si en lugar de cerrar lo ojo y pasar de largo, decidimos observar eso que aconteció?
Darse el tiempo de apreciar, de cuestionarse los pensamientos alrededor de determinado evento es un acto de total valentía porque muchas veces nos encontramos con que nuestras propias reacciones no son del todo nuestras, es decir aquello puede tratarse de lo que hemos interiorizado a partir de nuestra historia, vivencias una especie de respuesta universal que hemos venido replicando de una experiencia similar años atrás. Y luego se nos escucha decir ¿Pero porque siempre me pasa a mi esto o aquello? ¿Por qué siempre termino metido en este lío? Como si se tratara de una especie de destino o encrucijada en nuestra contra.
Bueno quizás muchos se decepcionen con la respuesta dado, pero no existe una
prescripción o receta que funcione de forma milagrosa y calme el malestar de todos por igual, y la verdad que tampoco tendría porque se así, por mucho tiempo hemos aprendido a pasar de largo ante nuestros propios deseos, es lógico que la idea de hacerles frente nos puede despertar una tremenda angustia. Legitimar, en cambio nos puede llevar a darle sentido a muchas de estas emociones que parecen no tener explicación alguna, y con el tiempo quizás nos encontremos con una solución definitiva.
El espacio que se les ofrece a los pacientes durante un trabajo psicológico o psicoanalítico es como un pase a la casa de los espejos, todo el tiempo y por todos lados se van teniendo estos reflejos de cómo somos percibidos por los demás en los diferentes entornos: algunas veces se puede ser recio ante las peticiones y otras veces dudamos o cedemos a las solicitudes, pero por un lapso de tiempo está la posibilidad de no “tener que”; si bien una emancipación absoluta de los deseos de ese otro no es posible, los pacientes pueden comenzar a jugársela hablando acerca de que como se piensan ante estos otros, darle lugar a su desear, dar licencia a su propio decir es sin duda una forma de legitimar su existencia.
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