¿POR QUÉ PARAMOS?: LAS VIOLENCIAS CONTRA LAS MUJERES

Por Psicóloga Giovanna Soto Pedraza

Lo más revolucionario que una persona puede hacer,

 es decir siempre en voz alta

 lo que realmente está ocurriendo.

 

 

El 8 de marzo de cada año, se conmemora de manera internacional el “Día de la mujer”, pues recuerda la lucha que un grupo de trabajadores textiles en Nueva York emprendió para pedir mejoras en sus condiciones laborales, reivindicar un recorte del horario , así como el fin del trabajo infantil que terminó en una matanza de 120 de ellas, que fueron asesinadas a manos de la policía local. Bajo el lema “Pan y rosas”, estas mujeres sentaron precedente para marcar la pauta de lo que hasta el día de hoy nos concierne en este texto.

En el día a día la posición de quien se suscribe es intentar generar conciencia sobre la desigualdad y la situación violenta que vivimos las mujeres en el mundo, en Latinoamérica y en particular en México. El feminismo es pues, una postura política y todo lo político es también personal.

Quizá aún te estás preguntando ¿Por qué hacer un paro el 9 de marzo? La respuesta viene casi por sí sola: las violencias ejercidas hacia la mujer, deben erradicarse como prioridades de supervivencia y dignidad, pero solo para dimensionar un poco más la problemática a la que nos enfrentamos en el día al día recapitulemos algunos datos:

El feminicidio, es el grado último de violencia ejercido hacia las mujeres, es el asesinato de una mujer, por el simple hecho de serlo, fue reconocido oficialmente en las leyes mexicanas en el año 2012, reconocido 7 causales distintas que prueban las razones de género dentro de un homicidio, cuentos como: violencia sexual, violencia previa, relación sentimental existente entre el sujeto y la víctima, lesiones o mutilaciones, amenazas previas y / o exposición del cuerpo en la vía pública.

El 56% del territorio mexicano, se encuentra formalmente declarado en Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVG) (Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios).

En el 2018 se registró 3 752 defunciones por homicidio de mujeres, el más alto registrado en los últimos 29 años (1990-2018), lo que en promedio significa que fallecieron 10 mujeres diarias por agresiones intencionales (INEGI, 2019). 

El año 2019 quedó registrado como uno de los más sangrientos para las mujeres en México pues, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública , se registró 976 presuntos delitos de feminicidio.

La alarmante cifra amenaza con superarse este año, pues sólo en los 48 días que van de 2020 han ocurrido 265 terribles feminicidios, de los cuales, 20 fueron cometidos contra niñas menores de 14 años.

En América Latina y el Caribe se ubican 14 de los 25 países del mundo en donde más se cometen feminicidios (se monitorean cifras de 221 países), además, sólo en 2 de cada 100 casos los agresores son enjuiciados, de acuerdo con un informe de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). La evidencia estadística muestra que la violencia feminicida continúa creciendo, pues los programas públicos con perspectiva de género, son fallidos. México se encuentra en la posición 23, calificado con una tasa alta de feminicidios. 

Cómo decíamos, los feminicidios son la máxima expresión de la violencia de género, pero no solo se reduce a ello, es la punta del terrible iceberg de una violencia sistemática, naturalizada, histórica, cultural y extendida en contra de las mujeres y donde los principales agresores son hombres. Lo anterior no desconoce las otras violencias existentes hacia todas las personas, pero hacemos énfasis en  la importancia fundamental de atender, analizar y focalizar esfuerzos puntuales dada la particularidad de esta violencia.

Por tanto, sí: Nos están matando, si estamos hartas, si ni una menos, si que arda el mundo si es necesario.

Un paro nacional de mujeres se traduce en un 40% del personal de las empresas y sería cómo paralizar a la industria automotriz por 24 días (Centro de Investigación de la Mujer en Alta Dirección, CIMAD) porque las mujeres, mal  llamadas minoría, somos un motor importante en este mundo, y porque aunque se invisibiliza el trabajo que hacemos, sobre todo el trabajo de cuidados y crianza, es gracias a ello que un sistema capitalista se sostiene.

 Un día sin mujeres (como protesta contra los feminicidios, la violencia de género y el acoso sexual) costará a la economía de México más de 26 mil millones de pesos, pues significa prescindir del 40% de la fuerza laboral femenina de las empresas, que precisamente generan la riqueza del PIB. 

Ya que justamente parte de la esencia de la postura política del feminismo es replantear de manera radical la noción del cuerpo cómo la piensa el capitalismo (es decir, una máquina de trabajar y, en el caso de las mujeres, como una máquina para procrear) y deconstruir la idea del cuerpo a un cuerpo-territorio, es decir una imaginación radical en colectivo. Primero, porque es nuestro primer lugar de defensa y conecta el discurso del cuerpo con el discurso de la tierra, de la naturaleza, te reconecta con el origen, pero también pone el discurso del cuerpo como una cuestión colectiva. En tanto, el discurso del cuerpo es sobre quien ejerce poder sobre quién, sobre quién gobierna, sobre quién decide sobre nuestras vidas. Por eso, esta lucha tiene como un tema central la legalización del aborto, para poder pensar en una apropiación de nuestro cuerpo, una radical emancipación del sistema patriarcal en el que vivimos.

El estado, la cultura, la historia, nos muestra el control que se ejerce sobre nosotras, no solo en el trabajo o la familia, en nuestro caso, invade nuestro cuerpo, nuestro día a día, lo cotidiano, esto de forma cada vez más intensa y más opresiva que en el caso de los hombres. 

El cuerpo es vida, es reproducción, es afectividad, es lo que nos sostiene, por tanto, considero que todo en relación a las violencias hacia la mujer se vincula justamente al cuerpo (real, simbólico o imaginario), entonces nuestra lucha es por el cuerpo, por mantenerlo a salvo, por salvaguardarlo, por procurarlo, por apropiarnos de nuestro cuerpo, por resolver la pregunta ¿Somos nosotras o es el sistema avasallante? Y sí, hay que meter el cuerpo, sosteniendo a las otras, siendo sororas, apoyándonos, haciéndolo desde la resistencia colectiva, acompañándonos desde la radicalidad misma, que es: sin juzgar a la otra.

Esta iniciativa del paro del 9 de marzo, trae detrás un gran esfuerzo de cientos de miles de mujeres, colectivos e iniciativas hechas desde un lugar que me hace pensar en el des-nudo, no solo del cuerpo, de la voz, del alma, de la rabia, del enojo, de la indignación y la valentía con la que todas encaramos el devenir cotidiano de ser mujer, para hacer visibles las violencias que vivimos, por las que no están, por las que no pueden marchar, por todas las mujeres y sus derechos.

Para que nunca más se tenga la comodidad de nuestro silencio. El momento de estar molestos con los violadores, feminicidas y con la cultura y sociedad que les permite existir, ¡ES AHORA!

Es momento de dejar de ejercer violencia contra las mujeres.

 

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